Otros posibles diseños del blog




Mi disco giratorio



Mi taumatropo




¡Finalizando, por fin!

Una vez hube terminado de dibujarlas todas llegó la hora de vectorizarlas, quedando un resultado bastante más comprensible que con las anteriores. Probé con el pangrama y resultaba legible. Finalmente digitalicé la fuente y la convertí en tipo de letra, por lo que ahora puedo usarla como una fuente seleccionable más de mi ordenador.


A vueltas con los tipos

Una vez realizado el alfabeto al completo con la tipografía escogida, a la hora de hacer el pangrama me di cuenta de que algunos caracteres, especialmente las minúsculas, no proporcionaban una lectura muy adecuada, resultando incómodos o incluso dando lugar a una mala interpretación de ciertas letras (la C mayúscula no acaba de comprenderse bien, la F minúscula puede parecer una P, etc), por lo que tras pedir opiniones externas y comprobar cómo todos los que trataban de leer dicha tipografía se encontraban con diversos problemas de comprensión, decidí volver a comenzar y desarrollar una diferente.




Volví a abocetar una vez más, pero esta vez traté de realizar formas mucho más simples, más racionalistas y geométricas. Decidí no incluír los huecos interiores u ojales de los caracteres para dotar de mayor "redondez" y sensación de bloque a cada elemento y, por último, recuperé la idea inicial de darle profundidad a los glifos para así incluír también los agujeros típicos del gruyer que comenté en la entrada anterior. Así conseguí librar la "superficie" de los tipos de dichos huecos, que solo consiguen ensuciar la imagen y dificultar su legibilidad.


Manos a la obra

Cuando en un primer momento se nos encargó el realizar una tipografía basada en el queso, lo primero que hice fue abocetar teniendo en cuenta las formas más características o recurrentes del mismo. Es decir, muy redondeadas, con orificios muy pequeños en los caracteres que así lo requiriesen, etcétera. Sin embargo, pronto me di cuenta de que no serían demasiado reconocibles, puesto que también podrían asemejarse a las formas de otros elementos como goma o incluso gelatina, por lo que decidí pensar en otras opciones.



Así, comencé a trabajar con elementos que simulasen las porciones características del queso y añadí pequeños agujeros en clara alusión al queso gruyer, la variante más extendida y reconocible visualmente por todo el mundo. Las formas se compondrían básicamente tríangulos con un relieve que se encontraría horadado para simular la mencionada variante de queso. El problema al usar este estilo vendría a la hora de realizar ciertos caracteres, puesto que resultaría complicado mantener la legibilidad al tiempo de continuar la línea de coherencia establecida por el estilo.




Tras darle muchas vueltas, opté por no continuar con esta idea y comencé a desarrollar una tipografía cuyo aspecto fuese igualmente redondeado y agujereado (digamos que una mezcla de las anteriores), pero al mismo tiempo tendría unas formas más cotidianas, resultando más simple y con un toque más artesanal.

¡Por orden!

Comienza por un taumatropo, sigue con el disco giratorio y puedes acabar con un flipbook. Siempre con un motivo tipográfico.